martes, 20 de septiembre de 2016

¿Cómo sentir a DIOS?


Hace alrededor de 13 años Dios tocó mi vida y mi corazón. Él me dio una prueba viva de su amor. Miremos algo más a fondo: antes en mi vida existía una religiosidad aparentemente sana y fiel, asistía a la eucaristía algunos domingos, no le hacia daño a nadie, era obediente, respetaba mis padres, era buena esposa y otras cosas con las cuales yo creía que era suficiente, pero cuando tus problemas te llevan a tocar fondo y entender que no eres omnipotente para resolver tu sólito tus dificultades, miras al cielo y empiezas a pedir un milagro, si, un milagro a ese ser al cual casi nunca le diste la importancia que debía tener, te sientes extraño pues quieres hablar con alguien del que has escuchado pero el cual no ves, quieres sentir sus milagros inmediatos en tu vida pero no tienes fe, te cuestionas, desfalleces y recaes.


La primera vez que fui consiente de la presencia de Dios fue aquel día que nos perdonamos con mi esposo por todo el daño causado en una etapa dura de nuestra vida conyugal, le entregamos en fe nuestro corazón a Dios y él empezó a obrar cosas maravillosas. Su presencia no se siente de la noche a la mañana pues tienes que tener un verdadero arrepentimiento de todas las cosas que has hecho mal, del daño causado, de no darle el lugar que a Él le corresponde y empiezas a necesitar de su presencia en tu vida, pues al estar dispuesto, una paz te embarga y no logras explicar que sucede. 

En mi caso personal me empece a enamorar de Dios, entendí como su amor es incondicional, como toda mi vida estuvo junto a mí pero no lo quise ver, como mi egoísmo era más grande y no dejaba que él tocara mi vida. 
Un día frente al santísimo le dije que me hablara al corazón y empezó a rodar una película por mi mente de todas las bendiciones que me había dado y que nunca agradecía y te enumero algunas de ellas que estoy segura pueden ser las mismas tuyas:

- La vida, la salud, el alimento, el trabajo, el techo, los hijos, unos padres, unos amigos, una cama, una almohada, una cobija calientica, etc. y sentí pena pues eran más los motivos para agradecer, lloré en silencio pero esas lagrimas fueron bálsamo para mi corazón.

 A partir de esta experiencia comencé a sentir a Dios en todo momento en mi vida, a agradecer, a sonreír, a vivir, pero sobre todo a sacar tiempo para estar con Él, cuando empiezas tu día de rodillas terminas con tus manos llenas de bendición.

Hoy te digo a ti que me lees que nunca dudes de su presencia, has un alto en tu camino y enumera las cosas por las cuales estás agradecido, lleva a tu corazón los momentos en que de la nada tus problemas se solucionan y empieza a agradecer por cada situación que toca tu vida y es ahí en ese momento donde EL MISMO DIOS ESTARÁ JUNTO A TI.

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