viernes, 21 de agosto de 2015

Una segunda oportunidad.


A los 7 años de matrimonio empezó nuestra crisis matrimonial, la distancia no solo de almas, sino de cuerpos, esto nos hacia vivir en un mundo lejano para cada uno, vivíamos en una llamada: Soledad acompañada. 
Teníamos nuestro hijo mayor que en ese entonces tendría 6 años, mi esposo trabajaba mucho para darnos todo lo que necesitábamos materialmente pero su presencia en casa era nula, salía muy temprano en la mañana y regresaba muy tarde en la noche; veía crecer su hijo horizontalmente pues siempre estaba dormido, yo por mi parte me volví una mujer auto suficiente, todo lo podía, todo lo hacia, todo lo resolvía, era bonita, profesional, inteligente, no necesitaba nada de él, que gran error.

Con el tiempo nuestra distancia fue mayor y otros intereses llegaron, otras amistades, otras ocupaciones y caímos en la espantosa rutina que solo nos reunía para discutir, gritar y maltratar. El dolor y el rencor empezó  a apoderarse de nuestro matrimonio. Aquella ilusión vivida una vez ante el altar estaba destruida, la tristeza era mi mayor compañía.  Un día después de mucho tiempo de hacernos daño me acorde que Jesús existía y clame a Él una segunda oportunidad, le pedí que me mostrara una verdad ante mis ojos para poder descubrir que pasaba, el porqué mi matrimonio se derrumbaba y muy a pesar de que nunca estaba ese ser divino como prioridad en nuestro hogar Él me escucho y empezó hacer su obra, pero a su manera que tal ves no era la mía o la que yo esperaba.
Un buen día mi esposo muy contrariado y confundido me hace una llamada para decirme que ya no me amaba, que necesitábamos hablar, que debíamos separarnos, en ese momento tuve miedo pero recibí una fuerza que me permitió confrontar aquel sentimiento, nos dijimos, lloramos pero había algo que no nos dejaba tomar aquella cruel decisión, solamente sé que después de estar en un terrible desierto surgió la idea de acudir a un encuentro de parejas que cambiaría nuestras vidas, en mi cabeza retumbaba esa segunda oportunidad que había clamado.

Fue un proceso todo lo que nos sucedió pero ese cambio empezó desde aquella noche que ambos nos dejamos tocar por ese ser Omnipotente que nos amaba y que nos miraba con misericordia.

Nuestras prioridades cambiaron desde ese entonces hasta la fecha ahora son: Dios, familia y trabajo antes era lo contrario, esta ha sido uno de nuestras grandes herramientas, otra es esa oración personal, conyugal y familiar donde involucramos a nuestros hijos y la más importante después de recibir ese milagro en nuestro hogar es que ahora ayudamos a más familias  a salvar sus hogares ahora mi familia y yo servimos al Señor con todo nuestro corazón, devolvemos aquel regalo maravilloso que Dios hizo en nuestras vidas, llevamos una voz de esperanza en esa segunda oportunidad.


Hoy te digo por más grande que sea tu problema conyugal nada es imposible para Dios, cada dificultad, cada tristeza, cada desanimo puede cambiar si acudimos a Él, lo único que necesitas es tomar la decisión, pedir ayuda y creer. 

miércoles, 12 de agosto de 2015

El Milagro de la oración de los padres por sus hijos.




Hace un año mi hijo mayor de 16 años se encontraba con unos amigos paseando en un carro de golf, en este auto pequeño e indefenso, allí se habían subido tres muchachos que con sus locuras no miden consecuencias, al recorrer el campo a una alta velocidad el carro perdió estabilidad y rodaron por una loma, mi hijo fue el más perjudicado ya que él iba en la parte trasera del carro, los otros muchachos solo tuvieron raspadas, mientras que mi hijo tuvo una luxación de cadera, en ese momento del accidente y en vista de la gravedad mi hijo me hizo una llamada diciéndome que se había caído y que le dolía mucho su pierna, en medio de su gran dolor saco fuerzas para avisarme, su papá y otros amigos corrieron a auxiliarlo pues quedaba retirado de donde estábamos mientras tanto yo con una preocupación y dolor gigante en el silencio de mi corazón oraba, en ese momento empezó nuestra gran prueba de fe.  Mi hijo sufría a lo lejos un episodio de fuerte dolor y yo lo sentía pero me sostenía ese Dios, la ambulancia llegó para llevarlo a la clínica pues necesitaba cirugía, mis amigas las que quedaron conmigo me acompañaban en la oración y esto me sirvió para coger fuerzas y salir al reencuentro de mi hijo. 


Llegue a la clínica tipo 10 de la noche, el accidente fue a las 6:00 p.m a esa hora encontré una iglesia cerca de la clínica, pero ya estaba cerrada, junto con mi esposo nos arrodillamos tras las rejas e imploramos a nuestro Señor su intercesión, como cosa de ángeles una clínica saturada de pacientes pero a él lo pasaron de una vez, mayor sorpresa cuando el médico especialista que lo iba a revisar era un gran amigo de mi esposo, por lo tanto, este médico con urgencia solicito exámenes, pero solo necesitaba observar en una radiografía que no hubiera fractura, ni fisuras para evitar abrirle gran parte de su pierna y empezamos a sentir la presencia de Dios, radiografía a favor, se le practicaría solo una reducción cerrada, Dios empezaba a oír nuestras plegarias aun teniendo nosotros conocimiento que ya había tocado su vida al protegerlo de algo más grave.


Mi hijo un joven tenista que desde sus 12 años practicaba este deporte, ya en campeonatos y torneos, su vida comenzaba a complicarse, era algo que lo lastimaba y deprimía pues un médico le había dicho que quedaría lisiado de por vida, que este tipo de lesión era muy difícil de corregir pero continuamos nuestro acto de fe, se realizó el procedimiento y todo salió satisfactorio, al otro día le dan la salida y las recomendaciones medicas fueron claras 6 meses mínimo sin jugar tenis, 3 meses en muletas y 3 de terapias, para uno como padre lo importante era verlo con vida pero para aquel hijo sus sueños se destruían, lloro, renegó y también aprendió de esta situación pero como familia nos tomamos de la mano y comenzamos su recuperación. Diariamente en el sagrario pedíamos la sanación de su pierna y cadera, cada ligamento, cada musculo restaurándolo y sin dudarlo El escucho nuestras plegarias, al mes del accidente le realizaron la primera radiografía y salio perfecta, la llevamos al médico y al ver tanta perfección no creyó, solo le quito muletas pero le dijo que otro mes sin deporte, nosotros solo sonreíamos pues lo teníamos claro, al mes volvimos y la radiografía intacta, todo en su puesto, simétrico y sin rasgos de lo que había sucedido, el doctor no tuvo otra opción solo creer que un milagro había sucedido, muy sinceramente nos decía que una lesión de esa magnitud el tiempo de recuperación eran mínimo 6 a 8 meses pero que en este caso a los dos meses nuestro hijo podía correr y seguir con su vida normal, volver a sus practicas de tenis, solo gratitud a mi Señor.


Amigos a veces la vida nos pone pruebas, pruebas duras, pruebas de fe y casi siempre nuestra opción es la duda y más al ver sufrir a lo más amado de nuestras vidas: los hijos, acudimos a otras cosas para sentirnos escuchados pero dudamos de ese hombre que dio la vida por nosotros y que diariamente nos espera en el sagrario, en estos casos unámonos como esposos y oremos incansablemente por esa necesidad y de seguro  serán escuchados, hoy mi hijo lleva una vida normal y con su fe firme en su corazón pues tiene muy claro el artífice de su sanación.